Al pasar las Montañas de los Lamentos y las estepas que hay más adelante, se encuentra el legendario imperio de Catai. Los viajeros que regresan de los confines orientales cuentan historias de ciudades de jade y pagodas de oro. Hablan de extrañas criaturas, desde Dragones serpentinos hasta monolíticos centinelas de piedra y Sampanes Voladores que lanzan llamas multicolores desde el cielo. Sin embargo, lo que más mencionan son los imponentes y disciplinados ejércitos que marchan en defensa de su reino, formados por miles de devotos soldados rasos de una lealtad inquebrantable e inigualables en la armonía de la batalla.
Kislev, el dominio de la Reina de Hielo, es un poderoso país movido por la guerra, la civilización más septentrional del Viejo Mundo. Los habitantes de Kislev son guerreros duros como lobos e independientes, que defienden su Madre Patria con valentía y determinación, pues son el baluarte contra los horrores del norte.
Khorne, el Dios de la Sangre, se enfurece en su trono de bronce, que descansa sobre una montaña de cráneos compuesta por las innumerables cabezas de los grandes campeones que han asesinado sus seguidores durante una incontable cantidad de eones. No le importa de dónde fluya la sangre siempre que sea en su nombre. No es inusual que los guerreros de Khorne peleen entre ellos para demostrar su destreza en combate y ganarse la admiración de su iracundo señor. Seguir a Khorne implica aceptar la violencia y la destrucción, y prometer la más absoluta subordinación a su causa!
Nurgle, conocido también como el Señor de la Plaga, es el Dios del Caos de la enfermedad, la descomposición, la muerte y la degradación. Por tanto, aquellos que veneran a Nurgle, aceptan su propia perdición de buena gana. Desfigurados por la enfermedad y la mutación, están dispuestos a propagar las bendiciones del Padre Nurgle entre las pobres almas que vagan por la vida sin aflicción alguna.
Slaanesh está consagrado a la búsqueda de los excesos, la gratificación, el hedonismo, el dolor y el placer inmoral a expensas de otras almas. A aquellos que sirven a Slaanesh, motivados por la necesidad de la aprobación de su señor o señora para cometer más atrocidades sórdidas, los consumen sus propias pasiones oscuras.
Tzeentch, el Que Cambia Las Cosas, es el Dios del Caos de la magia, la evolución, la manipulación y el engaño. El servicio a Tzeentch invita a la locura. Sus sirvientes tejen sus propias redes de influencia y manipulación, y fundan cultos en la alta sociedad, así como legiones armadas de adeptos títeres.
El nuevo Príncipe Demonio abandona su forma mortal para adoptar un aspecto cambiante que agrada más a sus nuevos patrones, que continúan pugnando por su alma devastada. Ahora, el destino del Príncipe Demonio consiste en liderar las legiones del Caos Absoluto en una guerra eterna contra naciones enteras y rivales inmortales mientras aspira a vengarse de una forma terrible de los soberanos e incluso los dioses.